viernes, 10 de julio de 2015

Hablamos, nos quejamos y criticamos con frecuencia a las personas que no son ellas mismas. Decimos “ah, no es original” o “es que no tiene personalidad”, sin embargo, con frecuencia permitimos que alguien más, que se siente con derecho sobre nosotros, nos pida que hagamos cambios en nuestras vidas que sinceramente no queremos.

Tenemos que aprender a saber quiénes son estas personas, y, escúchenlo: alejarnos de lo que nos aleja de nosotros mismos.

Soy fiel creyente de que en una relación amorosa, laboral y o de amistad, debemos poder aprender a llegar a un punto medio. Si a mi novio le gusta ir al cine y a mí a la playa, pues tratemos de hacer las dos cosas, y así le damos gusto a él y también a nosotros mismos.

El gran problema viene cuando nos olvidamos del ser más importante, que somos nosotros mismos. Esto pasa mucho en los noviazgos y me acuerda de mi amiga Rita. Cuando conoció a su novio, el siempre admiraba lo bonito que se ella vestía, su cabello, sus uñas siempre arregladas y la forma de ser tan amigable que tenía con el resto de las personas. Sin embargo, una vez que su relación empezó a formalizarse, el chico empezó a prohibirle comprar vestidos muy pegados al cuerpo, a ir al salón de belleza con tanta frecuencia, y hasta la obligó a cerrar sus redes sociales. Mi amiga, ciega enamorada, cambió y dejó de ser la mujer tan físicamente atractiva y amable que era antes.

Bien dicen por ahí “primero se enamoran de tus alas, y luego quieren cortártelas”. No solo eso, parecía otra persona; dejó de ser ella. En los eventos sociales paso de ser el alma de la fiesta para ser una mujer introvertida, todo para evitar que su novio se pusiera celoso y que le armara un escándalo en la casa o hasta en público. La gente empezó a preguntarse si era que ella estaba molesta con medio mundo, ya que se alejó de quien era, y peor aún, se alejó de ella misma. El tiempo pasó y mi amiga se dio cuenta que no era feliz. En un principio era fácil hacer esos cambios en su vida para complacer a su pareja, pero ¿qué tal su felicidad?

Lo más irónico del caso fue que después nos dimos cuenta como este individuo tenía doble moral. Es decir, se molestaba con su novia cuando esta se vestía de una forma llamativa, pero él seguía coqueteando con otras mujeres vestidas así. No le permitía ser amigable con el resto de los hombres, pero el sí aprovechaba cualquier oportunidad para irse de fiesta o pedirle el teléfono a otra chica que fuera simpática.

Creo que no es justo cortarle las alas a nadie, y mucho menos permitir que otra persona te las corte. Al mismo tiempo, creo que es vital dejar muy en claro que existen límites en cualquier tipo de relación. Mi madre siempre dice “si te dejas pisotear una vez, se sentirán con el derecho de seguir haciéndolo”.

Ahora les pregunto a ustedes y piénsenlo bien: ¿han dejado de ser ustedes mismos por complacer a alguien más? ¿Vale la pena?

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