La historia del color púrpura empieza en el hogar de un adolescente que trataba de hacer una droga.
Pero esta historia no es sólo sobre el descubrimiento de la manera de manufacturar un color.
Es la historia sobre cómo ese color transformó la sociedad, de cómo cambió la industria textil y de cómo - cerrando el círculo- dio inicio a toda la industria química moderna.
Una historia de diligencia y audacia; de la desaparición de un estilo de vida y el surgimiento de casas de modas, marcas famosas y gigantes farmacéuticos.
Empecemos con un gin and tonic
Para el ejército británico en India en el siglo XIX, una ginebra con tónica (G&T) era medicinal.
A las tropas les daban su amarga agua tónica al amanecer, pero los funcionarios se tomaban su medicina en la veranda al atardecer, con un poco de limón y mucha ginebra.
El sabor amargo venía de la quinina -el único tratamiento efectivo contra la malaria conocido en ese entonces- extraída de la corteza de un árbol de Perú llamado quino.
Pero costaba una fortuna.
¿Qué tal si, en vez de extraer ese compuesto de una corteza se pudiera hacer en un laboratorio?
Pues eso precisamente es lo que el héroe de este relato, William Perkin, estaba tratando de hacer en su casa en la Semana Santa de 1856. Tenía apenas 17 años y a los 15 había empezado a estudiar en el Real Colegio de Química.
Su mentor era August Wilhelm Hofmann, famoso por haber descubierto un nuevo campo para la química en un lugar insospechado: era el experto mundial en alquitrán de hulla.
A pesar de ser negro y apestoso, no eran inútil: se usaba para hacer los abrigos resistentes al agua y al destilarlo salían toda clase de químicos, entre ellos el ingrediente clave para teñir las sedas francesas de color amarillo.
Hofmann sospechaba que los químicos del alquitrán de hulla también le servirían para hacer algo más valioso: ese preciado antipalúdico, quinina.
Su idea era que así como el G&T era una parte ginebra y tres partes agua tónica, sabía que el coctel de la quinina era 20 partes carbón, 24 partes hidrógeno, 2 nitrógeno y 2 oxígeno (C20H24N2O2).
La estrategia era tomar un compuesto que tuviera la mitad de esa cantidad de elementos y tratar de pegarlos.
Perkin estaba enterado de esto y decidió intentarlo.
Pero su experimento falló.
Todo lo que pudo hacer fue un color más intenso y estridente que cualquiera de los que había antes. Un color que no sólo provocó una sensación en la moda, sino que fue el heraldo de un giro inesperado en la sociedad
El mundo en tecnicolor
Hasta ese momento sólo la vida de las clases altas era a color, pues había que contar con dinero de sobra para poder darse el lujo de pagar por ese privilegio.
Eso porque los colores eran naturales y por ende costosos.
Y precisamente ese que Perkin había logrado sin querer, era uno de los más difíciles de obtener naturalmente, por lo que había sido asociado con la realeza.
Lo que Perkin había hecho era crear el primer tinte sintético: la anilina morada, malveína, malva, violeta o púrpura de Perkin.
Pero lo que hizo después es algo que sólo un joven estudiante particularmente osado o insensato haría: le dijo a Hofmann que se iba a montar un negocio haciendo tinte púrpura.
Su mentor se enfureció: ¡su mejor estudiante, abandonando una carrera promisoria en investigación pura para meterse en la industria!
Además, no era que no hubiera tintes púrpura en el mercado. Desde la década de 1830 uno llamado murexida se había vuelto popular, aunque pocos sabían que era hecha con excremento de unas aves peruanas. Otro tinte morado era hecho con el extracto de un raro liquen escandinavo. Los franceses, rectores de la moda, hasta tenían un nombre para esos más bien pálidos violetas: mauve (malva).
Nada de eso le importaba a Perkin: si lo podía hacer en un laboratorio, eventualmente iba a ser más barato, de manera que al final, llegaría a las masas.
Y lo hizo... masivamente.
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